La niña afgana de ojos verdes que vivía como refugiada en Pakistán y fue tapa de National Geographic en 1985, recién vio su foto en 2001, poco antes de la invasión yanqui, cuando fue encontrada y vuelta a retratar por el mismo fotógrafo.
La niña de ojos verdes se llama Sharbat Gula. Nacida en 1972 en Nangarhar, provincia del extremo este de Afganistán, cerca de Kabul, de las montañas y de la frontera con Pakistán, emigró a este país junto a su familia a causa de la guerra desatada en su tierra luego de la ocupación soviética. Perteneciente a la etnia pashtún, a la que también pertenecen los talibán, perdió a su madre a los ocho años y vivía junto a su padre y sus hermanos en una carpa, en un campo de refugiados en Pakistán, cuando fue retratada por el fotógrafo Steve McCurry en 1984.
En 1985 su rostro ocupó la portada de la edición de junio de National Geographic, aunque Sharbat recién se enteraría diecisiete años más tarde. Ese potente retrato ayudó a difundir la realidad de los cientos de miles de refugiados afganos asentados precariamente en Pakistán, que huían de un país atravesado por décadas de conflictos.
El fin de la Primera Guerra Mundial había permitido a Afganistán desligarse de una tutela británica que llevaba ochenta años, en un proceso que finalizó con la instauración de una monarquía que hacia 1950, terminó se apoyándose en la URSS. A comienzos de los setenta un golpe de estado orquestado por la CIA produjo un momentáneo alineamiento con EEUU, que duraría apenas un lustro: a fines de esa década, el debilitamiento de las posiciones yankis en la región producido por la revolución iraní que derrocó al Sha Reza Pahlevi, produjo un “contragolpe” en el país afgano mediante un gobierno popular que, apoyado militarmente por la URSS, intentó instaurar una serie de reformas en el marco de una república laica. El surgimiento de grupos guerrilleros muyahidines sumió al país en una guerra civil que finalizó con la retirada soviética luego de la caída del muro de Berlín en 1989.
Esa compleja situación llevó a la familia de Sharbat, junto a cientos de miles de compatriotas, a huír hacia el país vecino, en donde vivieron más de tres décadas como refugiados. McCurry viajaba a Afganistán desde 1979, y también a otros países asiáticos. Cuando comenzó su trabajo para National Geographic decidió empezar a fotografiar en colores, lo que terminó resultando su marca de autor. Durante su trabajo sobre los refugiados en Pakistán, el fotógrafo se encontró con Sharbat, en una carpa que funcionaba como escuela.
¿Qué expresa la foto? “Provoca una mezcla de emociones. Ella es muy hermosa pero tiene algo nervioso, hechizado, enigmático. Es bella, pero algo está mal. En Occidente no estamos acostumbrados a esa ambigüedad. Y es genuina, tiene algo que no está posado, que no está preparado” dice Mc Curry durante una conferencia de prensa en el Centro Cultural Borges en 2010, en la inauguración de su muestra en Buenos Aires. Como buen documentalista, el fotógrafo conoce el territorio, su historia y su gente: “Afganistán es un país antiguo, remoto en más de un sentido. Ahora mismo los afganos están viviendo mal por cuestiones externas, otra vez, y ha sido así por más de treinta años. Pero son esencialmente sobrevivientes: los afganos van a resolver sus problemas solos y hay que dejarlos solos. Ahora hay un falso statu quo: los afganos no creen en el gobierno que tienen, ni tienen fe o confianza en la invasión o en Occidente. Tienen motivos clarísimos para sentirse así: el país era mucho más seguro…Ahora es extremadamente difícil, hay extremo peligro en todos lados, no sólo por la guerra, sino por bandidos y crímenes comunes, una violencia social que es consecuencia de la desintegración que produce la guerra”.
La foto inicialmente elegida por los editores para la portada era otra, en la que Sharbat oculta parcialmente su cara con el chal rojo. A último momento el director decidió, con indudable olfato editorial, cambiarla por el retrato que finalmente salió en portada.
En 2001 McCurry volvió a Pakistán. La revista financió la expedición para intentar encontrar a aquella niña de ojos verdes. La búsqueda comenzó en Nasir Bagh, el campo de refugiados que aún existe en las afueras de Peshawar. La encontraron finalmente en un pueblo de montaña, en la caliente frontera con Afganistán. Kashar Khan, reconoció en la foto los ojos de su hermana y los propios. «Cuando mi hermano me mostró la foto, me reconocí y le dije que sí, que esa era mi foto…Fue una sorpresa, porque no me gustaban los medios de comunicación y no me gustaban las fotos de mi niñez. Al principio estaba preocupada por la publicidad de mi foto, pero cuando supe que yo había sido la causa para que muchas personas y refugiados recibieran ayuda, me alegré».
McCurry entonces la volvió a retratar y ese año Sharbat volvió a ser portada de National Geographic. No es difícil encontrar las diferencias entre ambas fotos, entre ambas mujeres. La mirada profunda, tan vivaz como inquietante de la niña de doce años, había desaparecido en la mujer de treinta: los ojos verdes pero endurecidos, y la piel curtida por casi veinte años de supervivencia en una zona castigada por guerras e invasiones, donde no es novedad que quienes peor lo pasan son las trabajadoras y los trabajadores, siendo las mujeres sin duda quienes más sufren por un doble sometimiento, de clase y de género.
Meses después Afganistán sería invadida por Estados Unidos con la excusa de que el gobierno encabezado por los talibán daba refugio a Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda acusado de ser el autor intelectual de los atentados.
Sharbat Gula volvió a ser noticia en 2016: fue encarcelada en Pakistán por tener documento de identidad falso. Su condición de refugiada extranjera no le permitía tener los papeles en regla. Ella argumentó que necesitaba el documento para vender su casa y para poder enviar a sus hijos a la escuela. Estuvo quince días encarcelada, la primera semana en prisión, la segunda en un hospital, debido al agravamiento de su hepatitis C. Luego fue deportada a su país de origen. «Ha sido el peor incidente de mi vida, el más duro…Estábamos bien, teníamos buenos vecinos. No imaginé que el Gobierno paquistaní me fuera a tratar así». Su pertenencia y la de su familia a la etnia pashtún la emparentaban al talibán, grupo también exiliado luego de la invasión estadounidense en 2001.
La deportación y su rostro famoso la llevaron a ser recibida en Kabul por el entonces presidente Ashraf Ghani, quien le prometió ayuda y una casa.
«Espero que el gobierno cumpla todas sus promesas», declaró Sharbat en una entrevista a la BBC. «Me gustaría que la paz llegara a este país, para que la gente no se quede sin hogar. Que Dios arregle este país». Las últimas noticias de Sharbat son de 2017, cuando vivía en Kabul con su familia: tres hijas y un hijo.
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Artículo publicado en La Izquierda Diario el 9 de septiembre de 2021. (La niña y la mujer afgana)